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Sobre el elogio a la tibieza

Me refiero a la columna de Daniel García-Peña del pasado martes 5 de mayo de 2020 en el espectador. La columna parece tener dos propósitos. El primero, desvirtuar la tesis de que los llamados tibios carecen de principios éticos. El segundo, redefinir a los tibios como social demócratas, probablemente con fines de posicionamiento de marca para las próximas elecciones. García-Peña pretende lograr estos objetivos usando argumentos cuestionables. La urgencia de desvirtuar la tesis de que los tibios carecen de principios éticos es expresada de un forma un tanto dramática por el columnista cuando divide su columna entre el tercer y el cuarto párrafo con este reclamo:

Por ello, la estigmatización del “tibio” como un ser despreciable es injusta y totalmente equivocada.

En efecto, recae en el tibio el peso de la prueba: tiene que demostrar que tiene principios éticos. Es un reto, porque no han logrado explicar cuáles son. Al parecer, valoran ser capaces de dialogar con el brazo político de la ultraderecha en las corporaciones públicas. Este logro es inane: el genocidio crónico de líderes sociales en Colombia demuestra cómo negocia la ultraderecha y para lo mucho que sirve debatir con ellos en el senado.  En su segundo párrafo García-Peña lamenta  la pérdida del sentido del debate: «…desaparece la magia creadora de la dialéctica y se extravían las posibilidades de persuadir con argumentos al interlocutor, o de ser persuadido por él o ella, o de construir conocimiento a partir del diálogo entre opiniones y saberes diferentes…» Sólo que el debate que lamenta no existe ni tiene sentido con las águilas negras ni con sus patrocinadores empresarios y políticos.

A los mecanismos fantasiosos de negociación de García-Peña  se suman argumentos superficiales.  La selección de argumentos superficiales es variada. Hay infantiles (‘La temperatura del cuerpo humano debe estar en término medio: si está caliente tienes fiebre y si está fría, estás muerto» ; la oposición caricaturesca entre «cabezas calientes, erráticas y rabiosas» vs «cabezas frías, calculadoras y sin sentimientos«; errores lógicos como tomar el todo por la parte, y para rematar, en primera persona: «Soy, por mi parte, un radical partidario de los Derechos Humanos, la Democracia y la Paz.«, como si esa declaración personal fuera una declaración política compartida de todo el centro, pero más que todo, una declaración sustancial, que no lo es. Lo importante de los derechos humanos, la democracia y la paz es cómo se van a garantizar, no si uno está de acuerdo con ellos, que se da por descontando, a no ser que uno milite en la ultraderecha.

No sólo son innecesarios los argumentos que García-Peña usa para demostrar que los derechos humanos hacen parte de la agenda de los tibios, sino cuestionables. Por ejemplo, el columnista hace una contraposición entre la revolución bolchevique y la revolución francesa en donde esta última resulta siendo un «poderosísimo principio» del centro., lo cual resulta inverosímil. Nada más alejado del centrismo contemporáneo que las revoluciones. La santurronería de los tibios alcanza como mucho para guerras de almohadas. Pero si los escandalizan las groserías, no creo que las revoluciones de masas  con 17.000 decapitados sean parte de sus principios. Los tibios son más bien el tipo de gente que habría hecho gala de su superioridad moral por su capacidad de hablar con Maria Antonieta y que le hubiera dicho a los del tercer estado que dejaran la rabia y el resentimiento. O del tipo de gente que uno se pregunta para qué hacen la paz, si luego evitan a los reincorporados que hacen política como a desechos radioactivos.

García-Peña hace una mescolanza absurda tratando de hacer una equivalencia entre la centro-izquierda, la social democracia y los tibios, usando como ejemplo a la bancada alternativa del senado, que está bastante a la izquierda, para luego pasar a afirmar que la propuesta de renta mínima de esta bancada es «a todas luces viable«.  De boca del mismo representante David Racero se sabe que al presidente el tema no le importa. La propuesta será muy necesaria, pero decir que es «a todas luces viable» es otra ficción del texto.

El remate de la columna devela su verdadero propósito: repetir hasta el cansancio el sonsonete de que ni Petro ni Uribe, pero sin decir sustancialmente nada. Esta práctica es tradicional del centro: empobrecer el debate político elevando a la polarización como problema, en vez de ocuparse de las razones objetivas de los problemas sociales. Contrario a lo que dice el columnista, la realidad política está lejísimos de ser compleja. Es muy sencilla. La ultraderecha está desatada y tiene una agenda clara de esclavización de los trabajadores y destrucción del planeta. Hay distintas sectas de lavaperros de esta agenda en cada país.  Hay que oponérseles con decisión y claridad. Ganándoles elecciones. Cobrándoles impuestos. Desmantelando sus estructuras criminales, institucionales o paramilitares. Desenmascarándolos. No negociando principios y derechos, o encontrando puntos medios con la tiranía y los especuladores.

Una cosa sí le agradezco personalmente a la columna de García-Peña. Llevaba cinco años sin escribir en este blog. Su columna me llamó tan poderosamente la atención, que aquí estoy de nuevo, después de cinco años.

El mundo al revés.

El mundo al revés

Algunos casos para su consideración:

  1. Supongamos que unos campesinos cultivan papa en Boyacá y la venden en Corabastos Bogotá. Es bueno que el gobierno les de buenos precios a los insumos agrícolas que ellos usan para producir papa. Así pueden producir más papa. La oferta sube,  el precio al consumidor baja, las ganancias de los campesinos suben, todos ganamos. Colombia dicen, es el país con más variedad de papas en el universo conocido. Boyacá tiene unos paisajes divinos, que se verían muy mal llenos de campesinos «zarrapastrosos» como dice el ex-vicepresidente, candidato a la alcaldía de Cali, hincha del América (¿mirá, B?) y al parecer hoy indigente, Ángelino Garzón. Si todos tenemos acceso a nuestra gran variedad de papas a precios razonables, ¿Es bueno, no?. Si el gobierno permite que el mercado se inunde de papa importada y además da unos pésimos precios a los insumos agrícolas, eso sería malo. Ponerle aranceles a la papa importada protegería los ingresos de las familias colombianas que viven del cultivo de papa. Ponerle aranceles a esas importaciones es proteger la economía. Eso es bueno, porque hay unas familias de campesinos que antes tenían como vivir dignamente en los lindos paisajes de Boyacá. Familias como la suya, que quieren vivir y dejar vivir. Proteger la economía es bueno, en muchos casos, y en particular la producción de alimentos, que en Colombia podría ser monumental, por esa cosa que nos han repetido desde la infancia: lo de los pisos térmicos y los muchos climas, y todo eso. Pero en Colombia, ocurre todo lo contrario. El campo está quebrado. Los insumos agrícolas están por las nubes y estamos llenos de alimentos importados. Sucede que proteger a sus propios campesinos se llama «proteccionismo económico», y por alguna retorcida razón, eso resulto siendo malo en Colombia. No es malo en Estados Unidos, cuyos campesinos están (sobre) protegidos, o en Francia, por ejemplo. Poner a competir un mercado de campesinos protegidos y subsidiados por su gobierno, contra uno de campesinos vandalizados por el suyo se ve injusto. Pero es lo que ocurre. Se llama «Tratado de libre Comercio» y a la gente le parece bueno y play, y el proteccionismo económico les parece mamerto y mal. ¿Proteger la economía? ¡Qué oso!. Hagamos lo contrario a proteger, no seamos frondios.
  2. Supongamos que aún con las grandes oportunidades de estudio, desarrollo, movilidad social, y todas esas cosas lindas de la patria, a usted le toca ganarse la vida cortando caña. Usted es un cortero. Bajo el ardiente sol de esas lindas tierras del Valle del Cauca usted tiene que andar entre los cañaverales voleando machete de sol a sol. ¿Aunque sea la EPS debería tener, cierto? Andar voleando machete todo el día ameritaría una administradora de riesgos laborales. No es ninguna extravagancia, creo yo. Usted decide reunirse entonces, con unos colegas trabajadores y agremiarse para proteger su derechos laborales. Lo cual es bueno, sobre todo si su patrón es el tipo de ser humano al que se le tienen que pedir esas cosas, dado que motu propio no las da. Los trabajadores se agremian entonces en un… un… SINDICATO. Sindicato es la palabra. Las asociaciones que forman los trabajadores para la protección de sus derechos se llaman sindicatos. Son buenos. Sirven para que no abusen de usted, explotándolo en trabajitos por contratos. Pero en Colombia, «sindicalista» es una ofensa. La gente de clase media en Colombia, la más explotada, enferma de arribismo, cree que las asociaciones para proteger sus derechos laborales son de mal gusto. Les parece subversivo.
  3. Cuando una gran empresa tiene exenciones tributarias, se estimula la creación de empleo. Los grandes empresarios, y sobre todo las grandes empresas multinacionales pudieran crear más empleos si tan sólo el estado no las regulara tanto y si no tuvieran que pagar tantos impuestos y bueno, ya está bien de mentiras. Las únicas empresas a las que les pesan las cargas tributarias son a las medianas y pequeñas; son esas las que necesitan exenciones, no las gigantescas, a las que ni les va ni les viene. Las exenciones tributarias a las grades empresas han creado una cantidad mínima de empleos en Colombia. No cobrarle impuestos a los grandes capitales sólo va en desmedro de las arcas del estado. Ninguna empresa va a salir corriendo de Colombia por las altas tasas de tributación o porque el estado haga exigencias de trabajo digno a sus empleados. Es que sucede que está bien que un estado le exija a las empresas que van a operar en su territorio que le den un trato y remuneración digna a sus nacionales. Dejar que hagan lo que quieran y además eximirlos de impuestos, está mal. y se llama aquí «confianza inversionista», que no es más que un abuso de confianza. Pero no lo pagan los legisladores: ellos tan sólo permiten que las empresas abusen de los trabajadores, y luego pintan a la empresa como unos valientes, que creyeron en nuestra desdichada y pintoresca raza. Casos hay cientos. Drummond en Santa Marta, por ejemplo, ha hecho lo que se le da la gana. Y lo seguirá haciendo y pagando multas «millonarias», que ellos pagarán muertos de la risa, haciendo drama antes, desde luego.  A los Colombianos parece olvidárseles que en realidad a sus billetes les sobran tres ceros. O Los tales «sweatshops» de las grandes marcas de ropa, de esas que cada cierto oímos que colapsaron o se incendiaron matando decenas de trabajadores.  No quedan en Filipinas, Vietnam o Birmania por casualidad. No son en Holanda o en Alemania. Hay estados que permiten que se abuse de sus nacionales, y hay estados que no. O mejor dicho: Hay estados que son de sus ciudadanos, y hay otros que son de una pequeña plutocracia que controla todo, engaña y vandaliza,y actúa en contra de sus ciudadanos. Son estados fáciles de reconocer. Cuando hay manifestaciones contra los abusos de trasnacionales, sea Rubiales, o Chiquita, el ejército va a proteger a los abusadores y a reprimir a los abusados. En eso tenemos tradición histórica. En la matanza de las bananeras en 1928 los que cayeron por las balas del estado no fueron los opresores, si no los oprimidos. Cuando hay manifestaciones porque el polvillo de carbón está matando a la gente, el estado defiende a los que envenenan a la gente, en vez de aprehenderlos.
  4. La empresa privada es garantía de eficiencia y transparencia. Las entidades del estado son «paquidérmicas», ineficientes y corruptas. El tamaño del estado deben entonces, mantenerse al mínimo. Los que saben de los negocios son los particulares. Sí, sí , sí, claro. Por ejemplo ISAGEN, las Empresas Públicas de Medellín, o la Empresa de Energía de Bogotá. Son todas empresas exitosas y estatales. En Colombia en el último año se han denunciado por el contrario, varios carteles de empresas que van desde productos básicos como el papel higiénico (los santurrones de la marca «familia»), pañales, cemento, insumos agrícolas, arroz, que se han confabulado para obrar en contra de los consumidores, fijando precios artificialmente altos a sus productos. Las empresas estatales pueden ser muy eficientes, con una gran ventaja. Cuando hay ganancias, estas no representan más efectivo para los socios principales. Representan reinversión en la prestación de un servicio social. Por el contrario, las grandes trasnacionales responden a sus accionistas. Y en aras de maximizar sus ganancias y de la eficiencia, han cometido grandes infamias en muchos lugares. En Colombia por ejemplo, han financiado grupos paramilitares, contaminado ríos, han reducido a la indigencia comunidades enteras. Aún así, la gente cree que el estado se debe reducir. Olvidan que el estado es lo que defiende a los ciudadanos de los departamentos de «servicio al cliente» de las empresas, que se sabe, sirven a la empresa y su imperativo categórico de hacer plata y más plata a como dé lugar. Las únicas empresas que por naturaleza deben servir al público son las públicas.

Con razón hay colombianos que le dicen castrochavista a Juan Manuel Santos.

Para la cariñosa de RCN, las mujeres son pedazos de carne sin nombre.

Una foto de una mujer, de acuerdo a La Cariñosa de RCN

Creé una cuenta en twitter (@MetaOpinion, muy invitados están a seguirla) para seguir con más dedicación hechos relacionados con los medios de comunicación en Colombia. Me topé con la cuenta de la emisora La Cariñosa, de RCN (@AlertaBogota), en cuya página web hay un vínculo a una sección en la que se promociona la «Hembrita del día» y un catálogo de «Hembritas«. El catálogo de «hembritas» es una muestra de cosificación insuperable: las vistas previas son todas tetas o culos, mujeres sin caras, partes de cuerpos. Simples pedazos de carne anónimos. No hay nombre, no hay historia, no hay créditos. Ni siquiera un alias. No importa quienes son, si tienen nombre o carrera o nada. Da igual si es Larissa Riquelme o nadie, todas están igualmente cosificadas.

No voy a entrar a opinar sobre la calidad o el tono de las fotos. La Cariñosa es una emisora autodefinida como popular. Me imagino que eso les da licencia a los responsables de la página para configurar su sección de hembritas como la colección porno softcore de un preadolescente. Institucionalmente de un pésimo mensaje. De poco y nada le sirve a RCN contar con el concurso de la sexóloga Lucía Nader entre sus colaboradores si al tiempo que ella intenta -supongo- hacer algo de educación sexual, corporativamente la organización Ardila Lule considera que una estrategia válida de atracción de tráfico a sus páginas es la exposición de las mujeres objetificadas hasta el extremo de la negación de su identidad.

¿Estaría mejor si dijeran los nombres y dieran créditos por las fotos? ¿O si las fotos fueran más «artísticas»? No sé. Claramente el erotismo no se escapa de las distinciones de clase. Mientras que las mujeres en La Cariñosa son cosificadas como hembritas sin nombre y enmarcadas en una estética traqueta y popular, en SoHo los objetos sexuales tienen nombres, a veces grandes apellidos, fotos en blanco y negro e historias monótonas y repetitivas: que estudia derecho, que le gustan los animales, que su fantasía es hacerlo en un playa y que declina comentar sobre el sexo anal. Pero igual, hay concurso ganadero. Al parecer hay un círculo social en Colombia en el que mostrar las tetas en Soho haciendo pucheros en un escenario inverosímil es no sólo una señal de estatus sino un logro profesional. Es el mismo tipo de cosificación de La Cariñosa, pero para otra clase social. Para el tipo de audiencia para la que es válido titular «Veinte millones para quien tire al agua asesino de estudiante» es válido mostrar mujeres como pedazos de carne anónimos: es una revista popular. La gente del pueblo no dice «delatar» o «denunciar», dice «tirar al agua», no trata con viejas como en SoHo sino con hembritas; así son los jocosos salvajes de estratos bajos que La Cariñosa ha definido y construido como su audiencia.

RCN haría bien en dejar de decir que le preocupa la educación sexual de su audiencia o la violencia contra las mujeres. Es sencillamente absurdo que reseñen las preocupantes cifras de violencia contra la mujer y que citen a Nigeria Rentería diciendo que “Todavía tenemos arraigados estereotipos que no son muy claros, que no favorecen a la mujer y que generan mayor inequidad” cuando en su emisora popular, en la que usan el lenguaje de segunda que creen es adecuado para dirigirse a su audiencia, precisamente alimentan esos estereotipos y socavan cualquier campaña de sensibilización sobre asuntos de género. Resulta irónico que la misma organización la lidera compromiso social RCN y que  apoya el premio Mujer CAFAM, tolere una página como la de las tales hembritas de La cariñosa. Es lo que llaman segmentación de mercado: A RCN le parece que hay una segmento de la audiencia en el cual está bien vender basura y usar un lenguaje chabacano y ordinario y promover la cosificación de la mujer, mientras que hay otro segmento para poner actitud solemne, cara seria y dar medallas a las «mujeres BIT». No es responsabilidad social sino estrategia de mercado inescrupulosa lo que tiene una empresa que se presta a llenar de basura sexista a un segmento de su mercado y a posar de benefactora  y responsable con otro. Esa es nuestra tele y nuestra radio. RCN, día a día aportando a la mala educación de su audiencia.

Lo que dice el incidente de Cuero sobre el periodismo en Colombia

Raul Cuero siendo galardonado

Muchos factores se conjugan en la fascinación que ha producido el asunto de Cuero en la prensa. Por disciplina con el espíritu de este blog me voy a referir a lo que tiene que ver con el cubrimiento en prensa que se le hado al fenómeno, lo cual me lleva por necesidad a referirme al fenómeno. El fenómeno es el que describe el doctor Rodrigo Bernal en El Espectador: las discrepancias entre lo que Raúl Cuero dice, o ha permitido por acción u omisión se diga de él, y lo que en realidad ha hecho. Dice Cuero que tiene 90 publicaciones por ejemplo. Cualquier persona familiarizada con la literatura científica que revise  la lista que el doctor Cuero provee en la página web de su organización, el parque internacional de la creatividad (ver comunicado de prensa aquí) puede ver que simplemente, no son 90 artículos, y más bien están bastante lejos de 90. También, cualquier persona no digamos científica sino simplemente educada como buena espectadora de trabajos científicos sabe que es grave decir que uno tiene X artículos científicos cuando en efecto tiene menos. Las personas que saben de ciencia saben que tener una conferencia o un poster en un congreso en la hoja de vida no es lo mismo que un artículo publicado en una revista arbitrada, y que la diferencia no es ni mucho menos, un detalle menor.  Es algo muy serio.

El cubrimiento en prensa del fenómeno ha tenido varios episodios. El primero al que me referiré es el episodio detonante, la entrevista que le hizo Maria Isabel Rueda en el Tiempo el 20 de Octubre. En la entrevista, Rueda hace una alarde de un tipo de ignorancia especial: la ignorancia de que es ignorante. Rueda simplemente no sabe de qué temas puede hablar con Cuero. Yo no he podido sinceramente saber bien qué es lo que Cuero hace, pero por lo que he visto, hay varios temas de los que yo sé que él no sabe. Uno de esos temas es la creatividad humana. Cuero se considera un inventor y un creativo, a lo cual tiene derecho, con independencia de que su autopercepción tenga bases objetivas, o no. Cualquiera sea el caso, eso no le da derecho a escribir con autoridad académica sobre creatividad. La literatura científica sobre la creatividad es un campo del conocimiento científico en sí mismo. Cuero si mucho, es un caso, que puede ser o no ser interesante, y en el tema podrá aportar sus experiencias personales. Pero haberse inventado cosas y ser creativo no lo vuelve autoridad en el tema, y muchísimo menos en un país serio alguien basaría la política pública dirigida a canalizar los esfuerzos creativos de los Colombianos de acuerdo a las opiniones de Cuero. Haría muy mal Cuero prestándose a tal cosa, creo yo. Pero estamos en Colombia, ergo todo lo que no debería pasar ya pasó, y hace rato: en Manizales le dieron ciento cincuenta millones de pesos en el 2010:

«la Secretaría de Competitividad y Fomento Empresarial de Manizales firmó con International Park of Creativity un contrato por $150 millones. Según el documento de 11 páginas, el convenio tuvo como propósito “Orientar a los jóvenes de Manizales en la formulación y desarrollo de proyectos que fueran aprobados por el científico Raúl Cuero en materia de investigación científica y con la inversión o descubrimiento, según los criterios de la organización Parque de la Creatividad Colombia”.

Cuero no sabe de crianza o cómo impulsar la creatividad en general. Ni desde el punto de vista pedagógico ni desde el de las políticas públicas. Tal es la ignorancia de los periodistas sobre estos temas que aceptan cualquier estupidez como respuesta. Me corrijo, no son todos los periodistas, es Rueda en particular. Le pregunta Rueda a Cuero que cuales son los «requisitos» de la creatividad y Cuero sin ningún asomo de modestia empieza respondiendo que el medio, el ambiente y el entorno. Qué diferencia importante hay en el significado de estos trés términos, me pregunto yo. Lejos de ameritar una contra pregunta por parte de Rueda, este publireportaje sigue:

«La observación de esos animales me dio la entrada a todo ese ambiente complicado que manejo hoy. Para Da Vinci fueron las soluciones químicas y la observación de la campiña. Para Galileo, el análisis de la Luna. El problema de los niños y jóvenes de hoy es que no tienen un medio. Mi filosofía acerca de la creatividad es que nace de la observación de la naturaleza, y cuanto más temprano sea ese acercamiento, mejor»

Lo cual es una referencia penosa e inexacta de Da Vinci y Galileo, y muestra la liga en la cual cree Cuero que está. Cuero cree que la siguiente analogía es válida: La observación en «la campiña» es a Da Vinci como la observación de los animales es a Cuero.  Rueda desde luego, es una completa ignorante de estos temas, y en todos los de la entrevista. No sabe desde luego qué es la ciencia, y no repara en afirmaciones preocupantes de Cuero que son evidentes a lo largo de toda la entrevista: la explotación velada de su pobreza, de Buenaventura, del analfabetismo de sus padres, en fin. No, a Rueda le parece que a un hombre como Cuero es lícito preguntarle «¿aspira algún día a ganarse un Premio Nobel con sus inventos?» Hágame el favor. Rueda cree que el Nóbel se da por inventos.  Si mañana le dan un Nóbel póstumo a Steve Jobs por inventarse el Iphone ella dice que sí, que claro, que muy merecido. Rueda parece creer que los Nóbel son como los Oscar, pero de gente aburrida. Ella cree que Cuero está en la liga de los que se ganan el Nóbel.

Luego del episodio inicial corrió mucha agua bajo el puente. Cosas penosas como que Óscar Gamboa Zúñiga, paisano de Cuero y director del Programa Presidencial para el Desarrollo Integral de la Población Afrocolombiana, Negra, Palenquera y Raizal emitió un comunicado en el que «rechaza tajantemente la actitud poco patriótica y poco profesional del Dr. Bernal y lo invito más bien a que hagamos sinergia colombiana por el conocimiento, la investigación y la construcción de desarrollo, en lugar de fomentar la cizaña, las desinformaciones y las envidias«. Poco patriótico entonces, criticar a Cuero. Ocurrió también que el Espectador siguió apoyando la causa contra Cuero, lo cual me parece es loable, y vienen dos perlas de cierre.

La primera es el debate Bernal-Cuero en la W. Casi todos los periodistas evidencian una gran ignorancia de los temas discutidos, cosa que es entendible dado que es ciencia especializada. Sin embargo uno, el traductor, hace una reflexión interesante sobre el papel de los medios. Es lo único bueno del lado de los entrevistadores. Pero la actitud de la dupla Alberto Casas/Julio Sánchez es sencillamente irrespetuosa. En el minuto 9:03 de la entrevista uno de ellos dos se ríe de las descalificaciones que Cuero está haciendo de Bernal, por el hecho de ser un «botánico retirado», cosa que no tiene relevancia alguna en el tema. A ellos les parece chistoso. Es una pelea de gente extraña discutiendo sobre cosas incomprensibles y absurdas. No es importante el asunto de la presentación fraudulenta de los logros de Cuero, eso pasa a segundo plano. Luego caen los dos, sobre todo Casas, que se le ha metido en la cabeza que es una especie de árbitro moral en esa emisora, en el embrujo de Cuero. Cuero hace una presentación sumamente deshonesta de sus argumentos en la gran mayoría de sus respuestas. Su estrategia fue usar lenguaje técnico irrelevante al caso, en su pésimo español para confundir a los entrevistadores, atacar a Bernal, y nunca dar una respuesta clara. Y los entrevistadores son tan ignorantes que cayeron.  El tema les importó tan poco que pasaron por encima decenas de señales de alarma sobre Cuero: habla de sí mismo en tercera persona, se impone a gritos, usa términos como «prejuicial», «patentación», «chismes de brujas», dice que «la imagen que Cuero le da a Colombia es grande», que «Cuero es keynote speaker», que «yo estoy hablando es de moléculas aquí» que, «¿cómo se dice predicament?» que «lo que uno publica es un paradigma», que, otra vez hablando de su grupo de pares en referencia a sus bajos números de publicación «Newton no publicó en revistas, Darwin tampoco», que «el siglo XIX fue el más radiante del mundo» y que «El iphone es una consecuencia de la invención de la electricidad» y en fin, agarré estas entre tantas perlas que dicen a gritos que ese señor estaba siendo un argumentador deshonesto y mañoso que merecía preguntas cuidadosas y mejor manejo del micrófono que simplemente dejarlo exhibirse y trenzarse en una discusión pública con Bernal, a qui,en cuero además, critica por Botánico y Retirado.

Tal grado de ignorancia no podía venir desde luego, sin un grado de atrevimiento por parte de Casas, que cierra la entrevista a lo Cuero – Rueda: a los gritos e ignorante de su ignorancia. A micrófono Casas calla a Bernal, le dice que su ataque fue «un poco fuerte» y que lo que hay ahí es una «diferencia de opiniones». Bernal, decente me parece, asiente, no habiendo debido. Pero nadie calla al doctor don Alberto Casas. Aún.

Y la última es la defensa de Rueda de su entrevistado, que empieza desde luego culpando al mensajero. Aquí el malo es El Espectador, ni siquiera Bernal. Abre Rueda diciendo que:

«En lugar de titular con la caída del fuero militar, el diario El Espectador optó ese día por darle su portada a un hombre afrocolombiano. ¿Se trataba de un peligroso paramilitar? ¿Del jefe del anillo de seguridad de alias ‘Timochenko’? Eso pensé, prejuiciada. Porque, al contrario de Piedad Córdoba, pocos afrodescendientes han obtenido por méritos no penales carátula de El Espectador»

Como hace uno para ser más racista y taimado en un sólo párrafo, no sé, es difícil. No sólo rueda dice que El Espectador es racista y sesgado hacia Piedad Córdoba, sino que además que aquí no ha pasado nada grave, que no molesten. El resto de la columna es la miseria moral e intelectual típica de Rueda. Ataca a Bernal, de quien menciona taimadamente su agronomía como si hubiera un problema con ser agrónomo. Pero así es la gente como ella. Cree que precisamente en este país, que podría ser autosuficiente alimentariamente, la agronomía es una condición social inferior. Y luego ofrece la única explicación a su alcance: Que Bernal critica a Cuero por negro, por pobre o por exitoso. Asume entonces la misma estrategia de defensa de Cuero: aprovecharse de su raza y origen para ponerse más allá de las pesquisas, más aún de las de un «agrónomo» como Bernal.

Lo que dice el incidente de Cuero sobre el periodismo en Colombia es que en temas científicos es sencillamente, inexistente. La gran mayoría de periodistas involucrados en el cubrimiento de esta noticia evidenciaron ausencia profunda de sentido crítico por un lado, y por otro de las más mínimas herramientas para discernir la calidad de afirmaciones científicas imprecisas y confusas, como casi todo lo que dijo Cuero. A Casas y Rueda les falta no sólo eso, sino respeto por sus entrevistados, lectores y los temas que están en juego. Afortunadamente la audiencia culta de medios en estos temas crece, e incluso en Colombia hay una periodista científica. Se llama Lisbeth Fog. Gracias a El Espectador porque un debate de este nivel desde luego, hubiera sido absolutamente imposible en otro medio de su tamaño y relevancia, y porque bueno, ahora tenemos herramientas para hacernos una opinión de la magnitud de los logros de este nuevo miembro del parnaso científico nacional.

NOTA: Esta entrada ha sido editada para retirar juicios sobre el Dr. Cuero que no estoy llamado a hacer.

Terrorismo el suyo

Hernán González Rodriguez

El hombre es su obra. Hace tiempo leo con atención a este señor, que no sé quien es y no conozco, y sólo puedo juzgar por lo que escribe, y desde luego, en dónde escribe. Columnista semanal de El Espectador, y colaborador también frecuente de El Colombiano y La República, ruta que lleva sin sorpresa que el señor González es frecuente colaborador para el centro de pensamiento Primero Colombia. Sus columnas, desde luego me refiero a las de El Espectador, me han llamado la atención por serias y fundamentadas. Me tomó tiempo darme cuenta de su derechismo, cosa que debo agradecerle al gobierno de Santos, desde luego, como resultado no intencional. Este gobierno ha servido para sacarle los verdaderos colores a todo el mundo y pude ver entonces con claridad en dónde está González en el espectro político. Me parecía serio y bien documentado, y ocasionalmente aún lo es, mucho menos los primero que lo segundo. A veces, como en su última columna, «Contraterrorismo«, se pregunta uno cuáles son las razones de este señor para escribir algo así.

Una cosa en la que nunca decepciona González en su sapiencia. El tipo siempre bota uno o varios datos sorprendentes. En este caso, inicia diciendo que:

«El exvicepresidente técnico de Microsoft, señor Nathan Myhrvold, director de programas famosos como Windows, Word y dueño de uno de los mayores números de patentes del mundo, acaba de publicar un documento de 33 páginas sobre el contraterrorismo que les tiene los pelos parados a las autoridades estadounidenses»

No tenía yo ni idea de la existencia del señor Myhrvold, ni que fuera dueño de uno de los mayores números de patentes del mundo, cosa que ahora dudo, y bueno, ni que fuera el «director» de Word. El señor Myhrvold ha escrito un reporte en el que afirma que el bioterrorismo y el terrorismo con armas químicas son las mayores amenazas a la seguridad de los Estados Unidos en los años por venir. No sé si eso sea verdad o no, no tengo ni idea. Veo en esta columna dos problemas. El menor es que me parece problemática  la invocación de argumentos de autoridad como antesala (decir que el autor del mencionado reporte es un genio), y el segundo es que no encuentro la relevancia de difundir una noticia así en nuestro medio. ¿Terrorismo biológico o químico en Colombia?.

El primer problema es un tanto inevitable y quizás sea un poco injusto criticar al autor por esto. De una forma u otra los argumentos de autoridad siempre están involucrados en las discusiones políticas. Cuando forzosamente tengo que usar este tipo de argumentos, tengo preferencia por argumentos de autoridad validados empíricamente, por comunidades de expertos, más que por argumentos de autoridad personalizados: «Es que Bill gates dijo esto…», «Es que fulanito dijo esto otro…» porque le dan a Bill Gates o a Fulanito aires papales, aires de infalibilidad o de autoridad incuestionable, lo cual encuentro yo en la gran mayoría de casos, extremadamente pernicioso y dañino para cualquier discusión honesta. Es como si uno dijera que como Silvestre Dangond tiene éxito, sus acciones son testimonio de que es virtuoso, cuando en realidad su éxito es un síntoma de la degradación moral, cultural y musical en general del caribe Colombiano y del vallenato en particular. Pero me desvío.  El señor Myhrvold parece ser de la mentalidad de advertir los peligros que se ciernen sobre la benemérita América, y hace bien supongo, aunque podría preocuparse también porque el gobierno de su país dejara de ser tan genocida y entrometido. Me desvío nuevamente: Invocar al señor Myhrvold y su currículum com genio sólo sirve para legitimar la validez de sus tesis.

¿Qué relevancia podría tener esto en el contexto Colombiano? Baja y nula. Las variedades de terrorismo en Colombia son diferentes. ¿Debe Colombia prepararse para el terrorismo químico o biológico? No creo. La relevancia de la columna de González entonces es la de enterarnos de algo que pasa afuera, en el país del cual somos territorio de influencia. Influencia tal que por ejemplo, no reconocemos la existencia del estado Palestino, o legalizamos la droga, en fin, me distraigo nuevamente. La columna de González sirve para mostrarnos las renovadas formas de ejercer violencia y maldad de los enemigos del gobierno de los Estados Unidos. En vez de estar mirando los aviones, hay que mirar otras cosas. Luce sensato, teniendo el gobierno Americano tantos enemigos en tantos lugares.

Resulta entonces que un ataque biológico o químico está en el horizonte. Y cuando ocurra un ataque de estos, que «aniquile entre cien mil y un millón de estadounidenses» ahí si nos tomaremos en serio esta amenaza, dice Myhrvold y repite González. Ojalá que no. La difusión temprana de una amenaza de este tipo me parece curiosa. No parece prevención, máxime teniendo en cuenta que los mayores tenedores de armas químicas en el mundo son precisamente gobiernos, y no organizaciones terroristas. En el contexto Colombiano, en dónde las implicaciones del terrorismo transnacional con armas químicas y biológicas verán su influencia limitada a, felizmente, las secciones de noticias internacionales de los medios, la publicidad de esta nueva amenaza es la creación de un nuevo demonio, de una nueva fuente de miedo lejana y distante. Como tema de elección para escribir, me parece una elección deliberada de creación de pánico, máxime en un comentarista que sobre todo sabe de temas económicos. No me parece previsivo ni visionario. Me parece pieza más para contribuir a la retórica de la lucha contra el terror.  A esa práctica de difundir el terror, ¿No se le dice terrorismo?

Un columnista en declive

Felipe Zuleta

Todo el mundo tiene derecho a decir estupideces. Me incluyo. Y no es difícil encontrarlas en la prensa Colombiana. Pero es raro vérselas a alguien que creo que antes escribía bien, como Felipe Zuleta. Pero quizás la memoria me traiciona. Me acuerdo del segundo periodo de Uribe, cuando esperaba con emoción dos columnas en el Espectador. La de Zuleta y la de Bejarano. Son dos columnistas muy distintos. Zuleta es más de injurias, Bejarano es mucho más serio y fundamentado. Bejarano es un abogado de oficio y se le nota. Zuleta no sé qué es. Lo que le he visto últimamente es ser temerario y bocón.

Zuleta me empezó a decepcionar con su serie de Columnas sobre Petro. Temerarias, ciertamente: ¿Favoreció el alcalde Petro a los Nule? ¿Tenía negocios con ellos y por eso se abstuvo de dar testimonio en su contra? Al sol de hoy parece que no. Y lo cierto es que el vínculo se veía a todas luces absurdo. Pero no para Zuleta. La primera columna fue el 3 de julio de 2012. En ese entonces ya Zuleta había declarado a Petro culpable y cerraba la columna insinuando un cartel Petro-Nule e instaba a que «la Fiscalía y la Procuraduría deben de oficio investigar estas relaciones entre Petro y sus cómplices«. Primera columna y ya iban de cómplices. Eso es ser temario y bocón. Y Zuleta seguía encarnizado, como raramente lo hace, claro, a no ser que fuera con Uribe. A la siguiente semana en su columna del 10 de julio finalizaba afirmando que «El alcalde Petro embaucó a Zamora, al país y a sus electores. Y sigue más…«. Y en efecto, seguía más. Soltó a Petro dos semanitas (una de las cuales aprovechó para inculpar a Sigifredo López de ser asesino y secuestrador), para a la tercera (Julio 1) dedicar su columna a declarar culpable a su investigado y a tratar de amendrentarlo, viéndose ignorado, y finalizar en julio 22 con una columna de un titular ya desesperado y desesperante («Alcalde, responda«), donde ya el alcalde es un pillo. Julio 22 de 2012. Ha pasado más de un año y nada que Petro va a la cárcel por su pillaje. ¿En que paró toda esta retahila rabiosa? En nada. Revisen todas las columnas de Zuleta y pueden ver como el tal Petro-escándolo quedó en nada. Jamás lo volvió a mencionar. El alcalde de Bogotá no volvió a aparecer por meses en las columnas de Zuleta.

Está también el penoso caso de Sigifredo López, que Zuleta resolvió declarar culpable en hora 20, otra afirmación temeraria que reafirmó en esta columna que es una pieza de colección para el que quiera aprender sobre lógica de la argumentación. Desde luego la columna ilustra su total ausencia. Zuleta empieza débil, reculando, sabiendo que estaba siendo otra vez, temerario y bocón: «aun cuando es claro que, de resultar absuelto por la justicia, inmediatamente procederé a ofrecerle disculpas públicas como corresponde«. Le voy a ofrecer disculpas claro, pero primero voy a decir porqué y creo que es un secuestrador, asesino y embaucador. Por ejemplo, por esta contundente razón:

«Dicen los testimonios que López visitaba a su madre en Pradera, Valle, en horas de la noche. No creo en esto, pero de ser así, eso explicaría las razones por las cuales esta señora no fue vista en los medios de comunicación pidiendo la liberación de su hijo, como lo hicieron con valentía y amor las esposas, hijos y padres de los otros 10 diputados salvajemente asesinados por las ratas de las Farc.»

Esta señora entonces, que se deduce de la sinuosa redacción de Zuleta, no pertenecía al grupo de familiares valientes y amorosos de los otros secuestrados, no apareció en los medios porque su hijo, el criminal, la visitaba por las noches. Otra vez Zuleta descubriendo una maléfica manguala. En esta ocasión se componía de una viejita de 74 años y una Autosecuestrado. Tuvo que escribirle la señora una carta para que reaccionara. Le tocó disculparse, pero le faltó nobleza: que engañaron hasta a la fiscalía, que a muchos periodistas también, y que no tenía nada personal contra su hijo. Pues qué tal que sí.

Daba muestras Zuleta de una preocupante falta de juicio cuando llamó al Procurador un hombre «recto y valeroso», y aún faltaba sumarle el portentoso despliegue de vanidad y lagartería de su columna «Mike y Fátima«:

Mike, como cariñosa y atrevidamente le decimos al embajador aquellos a quienes él y Fátima nos abrieron las puertas de su casa y de su corazón, supo meterse rápidamente en los asuntos del país, pero nunca con ánimo inquisidor o del control imperial. Y eso explica que se haya preocupado por temas sociales, por la paz, por el bienestar de los colombianos.

¿Nunca con ánimo inquisidor ni de control imperial? ¿Cómo hace si es el embajador de los Estados Unidos? Celebro el talante humanitario del exembajador y su esposa, siempre presente en cuanta página social estuvo disponible a registrar su graciosa presencia. Pero de afirmar que eran personas prudentes y de buenas maneras a decir que no tenían ánimos imperiales, hay mucho trecho. Pero más que eso, no hay ninguna necesidad para hacer una afirmación tan rimbombante y discutible. O bueno si, la de adular. En privado, era agradecimiento sentido. En público, es adulación, sapería y vanidad.

Vanidad porque a los que nos atrevamos a decirle lagarto nos advierte Zuleta que él es de mejor familia: es Canadiense y no necesita visa, y que somos unos resentidos. Y ahí está otra característica detestable de Zuleta: el uso inadecuado de su columna en resolver rencillas personales y chismes. O cuál es el calibre de esto.

Taca burro Zuleta muy frecuentemente. No es un periodista investigativo serio y todos estos episodios le restan mucha credibilidad. O escuchen este desafortunado segmento de blu radio: una periodista renunciado al aire por la patanería de Zuleta. Me da pena decirlo, pero yo le di mi voto cuando se lanzó al senado, nada más y nada menos con el número dos en el tarjetón liberal. Otro voto del que me tengo que arrepentir, y bueno, un columnista que aunque abanderado de causas importantísimas como las madres de Soacha, ha demostrado ser un poco más inconsistente y ligero de lo que sus habituales lectores hubiésemos querido, y de lo que sería bueno para gozar de un periodismo más profesional en Colombia. Yo confieso que últimamente estoy optando por ignorarlo, en prensa y radio.

Petardo

El emancipador de la tiranía de la Ciencia: Juan Esteban Constaín.

Mi primera razón de recordación de Juan Esteban Constaín fue una columna suya de El Tiempo de hace años, no recuerdo cuántos, en donde decía dos cosas que hoy no olvido. Una era que sus libros favoritos eran algo así como los manuales de navegación europeos del siglo XV, o no sé si eran los mejores y por esos sus favoritos. Me acuerdo eso si, de no creerle en lo más mínimo. Creo de Constaín que le encanta decir que esos sos sus libros favoritos, pero que miente, que fanfarronea. Pero bueno: su doctorado es en Historia del Meditarráneo, de la Universidad de Venecia. De pronto es verdad.

Lo otro que recuerdo fue que en su columna se quejaba de que qué vaina, el tenía muchos, muchos libros. Y contaba que tenía. Incluía manuales de navegación del siglo XV en Europa, estoy seguro, y otras muchas rarezas y otras cosas. Muchas. Y que qué vaina, que ese montón de libros pesaban mucho, y que había tenido que trastearse, y que que duro tener tantos libros. Lo leí y lo releí y entonces pensé: qué petardo. En serio. Irónico o no. ¿Escribe Constaín pensando en algún tipo de audiencia? Tengo mucha plata. La tengo en lingotes. Pesan. Es muy duro cargarlos. ¡Y es que tengo tantos! Esta es la fanfarronería, la ridiculez. La sofisticación criolla en su variedad más pretenciosa.

En general, nunca leo a Constaín, porque prefiero evitar leer pendejadas. Pero de vez en cuando me llega noticia de alguna suya, como por ejemplo esta columna. Resulta que Constaín tiene una clase, en, ay, me parece tan chistoso como sale en Facebook o hasta en hojas de vida «Our Lady of the Rosary University». En el Rosario. Clase que «en sus modestas proporciones, es para eso: para vacunar a los muchachos contra el terrible dogmatismo de la ciencia -la Ciencia como ideología y como religión, qué vanidad, qué estupidez…». Un momento: la ciencia como religión. El blanco como… negro. El positivo como el negativo. Hay que ser muy ignorante para pensar que la ciencia se puede tomar como religión. Hay que ser no sólo ignorante, sino estúpido para en realidad no sólo creer que se puede, sino hacerlo, y tomársela. Pero para vacunar a la gente para que no lo haga, para eso si ya se requiere ser Constaín. Claro, habrá gente que se ha tomado la ciencia como religión. Así como hay gente que ha tomado insecticida para quitarse los piojos. ¿Es un problema ontológico del insecticida? No. ¿Lo es de la ciencia? Tampoco. ¿Es la ciencia como un insecticida? No es el punto. Pero no.

En su clase, que no es de modestas proporciones porque «es una clase rarísima para los muchachos de primer semestre. Es una especie de happening en el que hablamos de todo, desde las frases de Sancho hasta los sonetos de Shakespeare; desde el camino del Inca hasta las letras de Syd Barrett y las Meninas de Picasso.» Constaín vacuna contra el mal de ojo, contra la mordida de unicornio, contra la ciencia hecha religión.

En una muy buena columna que supera en mucho a la presente, Klaus Ziegler en El Espectador, expone de forma clara las razones por las que las burradas que dice Constaín sobre la «tiranía de la ciencia» son no más que argumentos trasnochados propios de cómo los ignorantes educados y cómo los palabreros de la ciencia ven la ciencia. No saben qué es, aún después de un doctorado.

La crítica de Constaín está de moda: es la crítica de la razón, y de la razón sistemática. La crítica que parte de un hecho cierto, que es que no sólo somos racionales, y que deriva en una conclusión asombrosa- quiero decir con esto, estúpida- : que como no sólo somos racionales, entonces apaguemos el cerebro.

¿Se nos va Mauricio Vargas? Bien ido.

Mauricio Vargas: me cansé del frío de Bogotá

Mauricio Vargas se va de Bogotá.  Las razones que Vargas aduce a lo largo de su columna muestran una profunda desconsideración por millones de Bogotanos que simplemente tienen que vivir en Bogotá, bonita, fea o como esté, y no tienen los medios para retirarse a una casita cerca al mar, y hacérselo saber a la opinión pública. Vargas, que nació en Bogotá hace 50 años (él tiene que decir que es más bien «el medio siglo que ya completó en este planeta«), viene a estas alturas de la vida a salir con que se cansó de la «garúa», que es como Vargas le dice a lo que los demás llamamos lluvia, y del cielo gris, y del frío. La queja resulta francamente inverosímil: sería como que un esquimal súbitamente se quejara de la nieve y el hielo entre los que nació, creció y se reprodujo. La queja del frío y el cielo gris se la creo a un muchacho recién llegado de tierra caliente. ¿Pero a un nativo? ¿Y de medio siglo? Es que Bogotá no se volvió así, es así, siempre ha sido así: gris y fría. Su rinitis, sus resfriados y sus dolores de huesos son chocheras, achaques de una vejez prematura y malentrada que ahora Vargas quiere endilgarle al clima al que ha estado expuesto medio siglo, en vez de a su asma y a todo el humo de segunda y primera mano que aspiró durante años: tan sólo en septiembre del año pasado nos lo contaba en otra de sus jocosas columnas de la pretenciosa revista Donjuán. Esto además, después de haber promocionado ampliamente la inmisericorde llegada de sus 50 años.

Cuando finalmente Vargas dice ser honesto, devela que realmente lo que no le gusta de Bogotá es Petro, ni los anteriores alcaldes del Polo, cosa a la cual tiene todo el derecho del mundo: Garzón y Moreno son dos conocidos retrocesos, y Petro aún no ha salido con nada. El problema con el arranque de honestidad de Vargas es que de paso revela que más o menos siempre ha odiado vivir en esta ciudad, que tanto le ha dado dice, pero que a lo sumo le parecía soportable. Ahora, después de tres administraciones desprovistas de amigos suyos, ya no tiene porqué aguantarse más; basta de apariencias. La columna es el destape de una animadversión de vieja data contra la ciudad. Súbitamente le han salido los cojones para decirlo. Cegado por su afán de criticar en abstracto a los objetos reales de su odio, Vargas recurre a la fantasía, diciendo que antes las bibliotecas públicas en realidad si lo eran, y que hoy ya no, e incluso, y ya delirante, afirma que había colegios públicos de calidad en el sur.

Entonces dice que por eso se va. Se muda (Vargas no se trastea, se muda) buscando dice, no sólo «el calor de otras tierras sino de otra gente«, en una nueva ciudad que cobardemente, no se atreve a nombrar, pero en donde «hay mejor temperatura, humana y ambiental, y la gente todavía sonríe, todavía no se ha envenenado, y comienza a haber bibliotecas y buenos colegios públicos y han comenzado, poco a poco, a liberar los andenes«. Los Bogotanos resultamos entonces ahora una horda de gente envenenada, de mala «temperatura humana», lo que sea que eso signifique; amargados, que no sonríen. No veo de dónde pueden salir generalizaciones tan burdas sobre el carácter de tanta gente tan distinta que vive en esta ciudad. Vargas se suma a la cadena de «estereotipos, de lugares comunes, de agresiones gratuitas» relacionadas con lo regional que denuncia en su excelente columna del El Tiempo, Juan Gossaín.

La columna de Vargas está llena de ese lenguaje arribista y pretencioso característico de él. En esta ocasión nos salvamos otra vez de que nos dijera que su padre era de la cueva de Barranquilla, y su inevitable, gratuita y repetitiva referencia de autodefinición personal y profesional en torno a Grau, Obregon, Roda y como no, Gabo. En cambio, sí nos tuvimos que enterar de que su novia nació en un mar «agitado, frío y con personalidad», una referencia tropical y tercermundista, como si nacer cerca de un mar agitado y frío le diera a la gente algún un carácter especial. Esta atribución causal encaja de maravillas con la propensión de Vargas a hacer generalizaciones defectuosas y a usar estereotipos regionales: los Bogotanos, tristes y envenenados, su novia, agitada y con personalidad.

Lo más lamentable de esta sarta de ofensas gratuitas, odios destapados y pretendida sofisticación, es que está montada sobre una mentira suprema. Resulta que todo es falso: Vargas en realidad no se va de Bogotá. Podrían pasar entre tres y ocho años para que de pronto lo haga.  La forma en que lo explica es además de antología: empieza la columna con un solemne:

La decisión está tomada: en un plazo de unos pocos años, abandonaré Bogotá, la ciudad en la que he vivido casi de manera permanente durante el medio siglo que ya completé en este planeta, y que, debo decirlo, me ha dado mucho

Para tan sólo unas líneas después develar la magnitud de su mentira: unos pocos años que podrían ser entre ¡tres y ocho!:

Pero con la debida planificación, para la segunda mitad de este decenio estaré viviendo fuera de la capital la mayor parte del tiempo.

Por favor. ¿Con la debida planeación? ¿En la segunda mitad de este decenio?. El tipo no tiene ni idea cuándo se va. No sólo es falso el romanticoide «Adiós Bogotá, Adiós»;  Vargas en realidad no se va a ningún lado, sino que además a la vuelta de 5 o 7 años, dos alcaldías después de la presente, cuando probablemente se mude, su pretendida partida ni siquiera será permanente.

Veremos si algún día se va. Por ahora Vargas nos enseña una pieza de crítica política taimada, soterrada, fundamentada en eventualidades, mentiras y ofensas gratuitas y ahora vemos con sorpresa, añejas. Pretende mostrar como racional una decisión venal; simplemente se va de Bogotá porque le da la gana y puede, y puede simplemente por ser quién es y en virtud de los privilegios que le han tocado en suerte, y que no le han tocado a millones de Bogotanos con problemas reales como la falta de oportunidades, la exclusión, o no poder suplir sus necesidades básicas, y no tonterías como que no le entra suficiente luz en su estudio. Vargas parece mostrar con orgullo el no haber pasado por la universidad; de hecho se jacta de que «a punto de cumplir 23 años y se encontraba ya a la cabeza de la redacción de una de las más importantes publicaciones del país, mientras sus compañeros de generación apenas terminaban sus estudios universitarios«; esto tampoco le impidió ser ministro. Y bueno, es cierto, hay mucha gente muy brillante que no ha pasado por la Universidad. Parece ser que pasar por la universidad como rito de acenso social es un camino que nos toca sólo a algunos, y es cierto, hay muchas que no se aprenden en la universidad, o fuera de ella. Consideración y empatía por sus conciudadanos, de las que Vargas hace una impresionante demostración de carencia absoluta, parecen ser dos de esas cosas. Y eso que esta ciudad le ha dado tanto. Qué tal que no, como a tantos otros bachilleres rasos.

Un bonito mensaje de unidad desde Antioquia

Sergio Fajardo, Gobernador de Antioquía.

Les debe sonar incluyente y amable a los vecinos de Antioquia ese plan de desarrollo del gobernador Fajardo, «Antioquia la más educada». Pienso por ejemplo nuestros compatriotas del Chocó, en niños como Wikdi, que se desplaza cinco horas diarias para llegar a una escuela que por injusticias de la vida, la mala fortuna o no sabemos qué, no queda en ese edén que es Antioquia. ¿Qué pensará Wikdi de que Antioquia sea la más educada? ¿Cómo lo hará sentir en su identidad personal y cómo Chocoano?

«Antioquia la más educada» no es un nombre gratuito. Viene de ese también amable e incluyente plan «Medellín la más educada», que transporta mi memoria al año 2006, grados de la Universidad de Los Andes. Orador invitado: Sergio Fajardo: «…Bogotá puede ser la segunda, perfecto, pero  yo quiero que Medellín sea la más educada«. Y ahora que lo pienso, me parece que hombre, era una mención innecesaria y odiosa, accesoria y desde luego absolutamente prescindible en el contexto del mensaje a los graduandos. Porque según recuerdo él iba a decir algo de que la educación era «la clave», o que era necesaria para el desarrollo o algo así; que era muy importante por X o Y cosa, lo de siempre. Pero terminó diciéndonos a todos los bogotanos allí presentes que podríamos llegar de segundos o de lo que quisiéramos, porque él y su Medellín iban de primeros. Si uno sabe un poquito del tema, sabe que es bien tonto hablar de primeros y segundos mejores educados. ¿Cuál es esa escala? ¿Qué significa ser el más educado? ¿Qué haya más bibliotecas, qué haya más colegios, qué más estudiantes se gradúen de primaria, de bachillerato, qué les vaya mejor en el ICFES, en PISA, qué más lleguen a la Universidad, qué más escojan matemáticas como pregrado, qué que, qué cosa en el mundo? La respuesta es imposible y arbitraria. La sola noción es una gran tontería si uno está pensando realmente en justicia social, en inclusión, en ayudar a construir una identidad nacional menos sectaria y menos preocupada por los eslóganes regionales, o por encontrar lo que nos separa en vez de lo que nos une.

A mí sinceramente no podría importarme menos si Bogotá o Medellín son las más o las menos educadas; me importaría si la educación en Bogotá y Medellín está haciendo realmente alguna diferencia para los cientos de miles de niños que asisten a la educación pública. A mi no me preocupa «ganarle» en educación a nadie; a Guanía o al Chocó, ni a Antioquia: la perspectiva de competir en nuestro pobre contexto me parece primero risible, y segundo mezquina.  La encuentro cismática y discriminatoria, excluyente y desconsiderada con la audiencia nacional, que incluye a Wikdi y miles como él.

Pero merece la pena ver qué es lo que significa o qué es lo que incluye el plan de desarrollo; tratar de encontrar cuál es la lógica detrás del nombre de «Antioquia la más educada». El plan se encuentra aquí. Tiene siete líneas: legalidad, educación, seguridad, inclusión social, medio ambiente, urabá y competitividad. Líneas sin duda relevantes para Antioquia. El plan parece hilado, y está escrito en un lenguaje informal y accesible, y tiene esas cosas frescas y locas, tan desprovistas de solemnidad como una camisa de manga corta: varios diagramas, diagramas como de profesor -ese que él nunca dejará de ser- que me atrevería a afirmar, son de puño y letra del genial gobernador.

La educación tiene un papel tan importante como el de cualquiera de las otras líneas. Tiene un énfasis importante en equidad e inclusión que le daría para llamarse «Antioquia, tierra de igualdad» o «Antioquia, desarrollo para todos», o cualquier cosa: «Antioquia verde, incluyente y segura». Pero no. Tenía que ser la más educada. Esa referencia prescindible, secundaria y ridícula de ser «la más», «la mejor», «la primera», para el gobernador precisamente no lo es, sino todo lo contrario: es imprescindible, primaria y tiene toda la seriedad del mundo. El quiere que todos sepamos que «lo hicimos en Medellín y lo haremos en Antioquia«, y que les quede bien claro a los antioqueños, a los bogotanos, a los chocoanos, a Wikdi. Sobre todo a Wikdi, que no se preocupe porque en realidad el mensaje del Gobernador no es de exclusión,  no no no, ni lo uno ni lo otro, ni todo lo contrario: es un mensaje de inclusión. Sólo que hay que esperar un poquitico, dejar volar la imaginación y visualizar a Fajardo diciendo «Ya lo hicimos en Medellín, ya lo hicimos en Antioquia, y ahora vamos a hacerlo en Colombia: ¡vamos por Colombia la más educada!«

Tendremos Fajardo para rato, amigo Wikdi.

Las mujeres también son personas, parte 2.

Rodrigo Uprimny(izq) y José Galat

La autora original del título de esta entrada se llama Jessica Winter. El artículo, disponible aquí, y cuya lectura recomiendo ampliamente, hace un recuento de varios incidentes públicos recientes en Estados Unidos que evidencian el estado en que se encuentra el debate sobre los derechos y la naturaleza de la mujer en ese país. Winter, con un humor que encuentro entre envidiable, y sorprendente dada la seriedad del tema, muestra un panorama desolador. No parece estar muy claro que las mujeres sean personas.

En Colombia, ya sin humor y con esa aura de la infalibilidad intelectual de la academia, tenemos a Rodrigo Uprimny, el magistrado, defensor de minorías oprimidas como los homosexuales, los toros, y desde luego, las mujeres. Su postura: al parecer, en ciertas circunstancias especiales, las mujeres son personas. Quién no hace mucho era director de la iniciativa de Educación, Paz y Derechos humanos de la UNESCO, abogó recientemente en su columna de El Espectador porque la nueva terna para fiscal general de la nación estuviera compuesta sólo por mujeres, pues:

… la composición de género de la cúpula judicial no es muy equitativa. En la Corte Suprema sólo hay 4 mujeres entre los 23 magistrados que hoy la conforman, menos del 18%

Lo cual es una pena, a pesar de los avances en la ley de cuotas, dice él. Continua diciendo que «… en el consejo de estado la cosa es un poco mejor, pues hoy hay 9 magistradas entre sus 29 integrantes«, y luego pasa a renglón seguido a concluir con esta increíble joya del más rampante machismo:

En ese contexto, la llegada por primera vez de una mujer al cargo de fiscal general representó un avance significativo en equidad de género en la Rama Judicial. Además, este año fue suficiente para que Viviane Morales le demostrara al país, y en especial a todos los machistas escépticos, que una mujer, con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser una excelente fiscal.

Lo de Morales quizás haya podido convencer a un machista escéptico, como los llama Uprimny, pero no a uno soterrado, como lo parece él. El problema de fondo es que Uprimny parece más preocupado por que se cumpla una ley, que por demás es discriminatoria y ridícula, que por tratar con equidad y respeto genuino a las mujeres. Uprimny resulta sumándose al debate retórico de Winter sobre si las mujeres son personas o no, porque usa un lenguaje inherentemente condescendiente contra ellas: resulta entonces que «una mujer también puede ser fiscal«. Quién se lo iba a imaginar. Guao. Una mujer. Claro, no cualquier mujer. Dice Uprimny que «una mujer, con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser una excelente fiscal«. No sólo lo escribió en el Espectador, sino que ayer, en su jadeante intervención en la W radio, Uprimny vuelve a ratificar, después de hablar durante interminables minutos (les reto a oírlo completo aquí y aquí), que su preocupación es más legal que moral: que se cumpla la ley de cuotas, que haya un avance en la equidad de género. Dice que la doctora Morales «mostró que una mujer puede ser una muy buena fiscal». ¿Acaso la naturaleza femenina plantea una desventaja a superar? A los hombres nunca se les ha pedido que demuestren su valía para ejercer cualquier oficio. Aceptar la lógica retorcida de este discurso degrada de plano la naturaleza femenina por debajo de la condición humana: las mujeres, a diferencia de los hombres tienen que demostrar su valor, con lo cual intrínsecamente se afirma que no lo tienen y que son ontológicamente, inferiores a los hombres. Si la fiscalía de Morales resulta reivindicando a las mujeres, qué dice entonces de los hombres la fiscalía de Luis Camilo Osorio: ¿Que los hombres pueden ser fiscales aunque presuntamente demuestren connivencia con el paramilitarismo? Y la de Valdivieso qué fue entonces: ¿una reivindicación de los enanos? Decir que la fiscalía de Morales dice algo de las mujeres en general es tan peyorativo como superficial. Y misógino.

Demostrar que el lenguaje de Uprimny desprecia de manera tácita a las mujeres, es muy sencillo. En la cita:

«una [mujer], con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser una excelente fiscal»

Reemplácese la palabra entre corchetes cuadrados por otras de una lista, que incluye la palabra yegua. Si el enunciado resulta reivindicatorio para el agente involucrado, una yegua en este caso, es que estamos ante una especie inferior. La lista es esta: vaca, homosexual, gorila, mujer, hombre. Veamos algunos casos, y mis disculpas si no observé  la ley de cuotas en mi lista; es que, mi punto es de fondo:

«una [vaca], con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser una excelente fiscal». Reivindicatorio para las vacas: sí. Ergo, las vacas son una especie inferior.

«un [homosexual], con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser un excelente fiscal». Reivindicatorio para los homosexuales: sí. Ergo, los homosexuales son una especie inferior.

«una [mujer], con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser una excelente fiscal». Reivindicatorio para las mujeres: sí, de acuerdo a Rodrigo Uprimny. Ergo, las mujeres son una especie inferior.

«un [hombre], con la formación profesional y de carácter adecuados, puede ser un excelente fiscal». Reivindicatorio para los hombres: no; al contrario, resulta un enunciado tautológico y sin valor. Ergo, las mujeres son una especie inferior.

Decir que un hombre con la formación profesional y el carácter adecuado podría ser un excelente fiscal es una obviedad; en cambio para Uprimny es un parte de victoria y un reivindicación de algo inferior: el homosexual, la vaca, la mujer. El talante comunicativo de Uprimny está lejos de ser un rareza. El mismo tipo de lenguaje condescendiente que ve los logros de las mujeres como evidencias de que las mujeres «si pueden» y «si son capaces», y que les pone la carga de la prueba, dándoles ipso-facto un estatus de inferioridad, es frecuente en la W: «Si ven Alberto, Julio que las mujeres si podemos», dicen las pobres, y ellos dicen «si si, claro, son muy lindas y muy capaces, y han demostrado que pueden hacer de todo» dice el godo, y luego Julio replica «Y Alberto, ¿vio a Bianca? No no no. Es que francamente Alberto, uno no es de palo, así sí es muy difícil trabajar. Es que el tema es el buzo» y el godo replica, «Pero si hace frío. El tema es más bien el collar»  Y luego vienen las risitas de todas (y todos, para ser incluyente): ya les han reconocido lo lindas y capaces que son, y ellas lo aceptan, accediendo al trato discriminatorio de sus patrones, que pasan a recordarles que sí, muy lindas y muy capaces, pero muñequitas al fin y al cabo.

Uprimny, podrá posar de contraparte liberal para José Galat, lo cual es difícilmente más pírrico; pero de ahí a que su lenguaje respete a las mujeres como pares hay un largo trecho. Su uso condescendiente y descuidado del lenguaje  resulta francamente lamentable, aunque me temo mucho que el profesor, perdón, el profesor no, el maestro Uprimny, pertenece a ese pequeño parnaso criollo de intelectuales intocables, con licencia para decir y hacer estupideces en público sin tener por mucho que responder, y sin mayores efectos que la decepción, con notables excepciones. Para ponerlo en la lógica de la autora original del título de esta entrada, Rodrigo Uprimny nos demuestra que claro que sí, las mujeres también son personas. Desde que estudien un jurgo y tengan buen carácter, bienvenidas a la especie humana.