Mi argumento contra la Tauromaquia


Toros en las cavernas de Lascaux

Voy a escribir una columna esta tarde, me dije el viernes. Después de horas buscando un famoso pero elusivo audio de Hora Veinte en el que estaban en tertulia Fernando Vallejo y Antonio Caballero, supe que ese viernes ya no iba a ser. Hoy, dos días después continúo. No lo encontré, pero entre las múltiples entrevistas y audios de que revisé, di con una en particular que me llamó mucho la atención. La entrevista es de 1994, 13 años anterior a la obra con la que conocí a Vallejo -La Puta de Babilonia- libro que recomiendo ampliamente, y con el cual empezó mi fascinación con este autor.

La entrevista muestra un ser humano diferente esa imagen simplificada que se ha hecho de Vallejo en los medios de comunicación en Colombia en la última década quizá. Dura 20 minutos para quienes les interese verla toda. El inicio es conmovedor, y lo que ocurre desde el minuto 18 es lo que me hace traerla a colación porque toca el tema de esta columna, que son los toros.

Mi argumento contra la tauromaquia es humanitario, a falta de una mejor palabra. Como Vallejo, yo reconozco en los animales a una especie de prójimos, en una grave situación de indefensión. Mi historia comienza por Martina, una perrita labrador negra que me hizo empatizar con los animales, y entender de manera evidente, que son seres sensibles e inteligentes, que buscan el bienestar y huyen del dolor, igual que los seres humanos no chiflados. Viví con ella cuatro años y me trasformé de ser ese que no entendía porqué en la película el niño se devuelve salvar al perro en la casa en llamas, a volverme el niño que se hubiera devuelto a salvar a su perro. Los que hayan tenido perros y los hayan querido, saben de la clase de amor de la que hablo.

Los Toros, y muchos otros animales domésticos no son muy distintos de los perros, en cuanto a sensibilidad e inteligencia. Yo conozco al menos dos historias asombrosas sobre Toros. Una es la de un conocido que pasó su niñez en el campo, y entre los animales de la granja había un toro, que se había vuelto una especie de mascota, siempre en busca de cariño de los de la casa. El toro tenía un interés inusitado por cierta novela, que religiosamente iba a ver, asomando su descomunal cabeza por la ventana de la sala, todas las tardes. No es único el caso. Recientemente vi un par de videos (primero, segundo) con un par de Toros criados con cariño por sendas familias, que se comportaban como se comportan los animales domesticados tratados con cariño: con cariño hacia quienes los acogen. No podría enfatizar lo suficiente la diferencia entre que sea un animal domesticado a uno que no lo es, como en el aparentemente más humano caso de los chimpancés, que tan horriblemente han desfigurado o asesinado a quienes cometieron el grave error de ignorar el efecto de miles de años de selección artificial de animales mejor adaptados a la convivencia con humanos.

A los animales les gusta lo que a todos nos gusta: el amor. De cualquier manera. Yo encuentro la tauromaquia en nada amorosa, salvo por el amor desmedido de los artistas hacia sí mismos. El toro por su lado, no quiere estar ahí. Ni se siente amado, que creo que es lo único que puede sentir por ausencia o defecto. No creo que tenga conflictos existenciales, como si ese es o no es su destino, porque la idea de que el destino de los Toros de lidia es la muerte gloriosa en la arena, es una imposición abusiva de los humanos a los toros, que si pudieran decidir su destino, creo que se dedicarían a fecundar todas las vacas que pudieran durante el mayor tiempo posible, como le es tan propio a los animales.  El cuento de la muerta gloriosa y poética, además de ser profundamente cursi  -lo cual es un defecto-  ha llegado al extremo de querer racionalizar la existencia de los toros con unos argumentos ecológicos que son simplemente penosos. ¿Qué entonces se extinguirá la especie? ¿Cuál especie? El toro de lidia, Bos Taurus, es tan especie como especie son los perros tacitas de té. Los toros de lidia pueden tener descendencia con cualquier vaca. No hay vacas de lidia que sólo puedan tener descendencia con toros de lidia, o que les nazcan híbridos estériles como salen de esas si, dos especies diferentes: burros y caballos.  Los Toros de lidia, como los perros tacita de té, son resultados crueles de la vanidad humana. Razas, que no especies, que no deberían existir para poder tener perros en apartamentos pequeños, o para celebrar un espectáculo que, que pena, pero es bárbaro. La razón es muy sencilla: hay un sacrificio ritual involucrado. Además de todo, público. Y no hay práctica cultural humana en la que haya sacrificios rituales que no sea bárbara, y que por lo tanto, debiera ser proscrita.

Claro, depende de a quién le guste. Esa es la ventaja injusta de la que goza la tauromaquia. Que es un capricho de gente con poder, y de un grupúsculo de burgueses venidos a más –o a menos- porque entienden los misterios que nos están vedados a los menos sensibles (quiero decir en realidad, menos consentidos e inmorales). Los caprichos crueles de gente sin poder, como peleas de perros y gallos fueron proscritos sin discusiones, como debiera ser con la Tauromaquia, pero miren quiénes van a los toros. Tanto recurso intelectual desperdiciado en justificaciones bobas que se pueden calcar para los sacrificios rituales aztecas o para las luchas de gladiadores. Que la metáfora sobre la vida y la muerte. Encuentro amargamente risible que en este país, precisamente en este país hiperviolento y asesino, haya necesidad alguna de metáforas sobre la vida y la muerte. En serio ¿se necesita otra metáfora sobre la muerte en el país de los falsos positivos y los paramilitares? Además, ¿Cuál es la metáfora? Ah ya sé: que mientras usted no tenga poder, se le puede matar con impunidad. Muy colombiano. Haga de cuenta, el toro es un campesino. Si, viéndolo bien, si, es bastante metafórico.

La Tauromaquia es un capricho de gente con poder, que no va aceptar imposiciones de mechudos advenedizos, mucho menos prohibiciones. Porque ahí está el grupito al que nadie le puede prohibir nada, desviando la discusión del terreno de la bioética, a donde pertenece creo yo, y pidiendo coherencia a los que nos oponemos al dantesco espectáculo, como si lo importante fuera ser coherente en la iniquidad e incoherente en la virtud.

A propósito, por las mismas razones que me opongo a la tauromaquia, estoy comprometido seriamente con el vegetarianismo hace dos años. No por salud, ni por supersticiones de ningún tipo. Simplemente, no creo que esté bien matar para comer, en particular vacas, pollos o cerdos, menos sabiendo las condiciones en que malviven, o el impacto ambiental catastrófico de patrocinar un sistema que nos obliga a alimentarnos de animales. Además creo que la ganadería ha destruido la equidad y la generación de alimentos en el campo Colombiano. Y en todo el planeta. No voy a patrocinar empresas inmorales de terratenientes de derecha. Mucho menos de entretenimiento.

Me parece inmoral que haya niños aguantando hambre en el mundo porque los cereales, las leguminosas y el agua del mundo están destinadas a mantener el negocio nefasto de la carne. Soy un consumidor ocasional y vergonzante de  pescado y mariscos. Jamás como atún, porque se va a extinguir y no quiero ser parte de eso. Mis acciones pueden tener poco impacto en la conservación del atún, pero no por eso me voy a dejar de oponer a la sobrepesca. Es igual que los toros, cuestión de principios. Quiero hacer de mi consumo de comida algo saludable, pero sobre todo responsable, por hermandad con el prójimo. Por eso quiero que mi consumo de alimento tenga el menor impacto ambiental posible.

Si a usted no le gustan los toros por razón de amor o empatía con otras formas de vida que tienen la desgracia de vivir en el mismo planeta con esta especie nuestra, que ha fracasado en todos sus sueños y triunfado en todas su pesadillas, lo invito a reducir su consumo de carne al mínimo, y en todo lo posible, a dejarla por completo. Es fácil cosificar a los animales, pensando que las vacas son filetes, o que hay algo decente o divertido en comerse una rellena, poniendo de forma egoísta unos placeres sensuales tan menores y tan prescindibles, por sobre la vida de un ser inteligente y sensible como una vaca o un cerdo. Adopte un perro, a mí, me cambió la vida. Emancípese del lenguaje que le hace creer que la carne madura, como si fuera fruta, cuando no hace nada distinto a podrirse una vez se vuelve la carroña que tan cara nos venden en los supermercados. Trate de dejar de pensar, así sea por un ratico, sólo en usted, en sus gustos y en sus dramas. Piénselo un poquito y verá que se va a dar cuenta que en este amplio mundo, hay otras cosas importantes. Otras personas, otros seres vivos. Y si a usted le gustan los toros, piénselo también. Los sacrificios rituales en mi concepto, cruzan la línea del respeto por la vida. Yo aspiraría a que este respecto fuera de un carácter más universal, máxime en casos tan evidentes como los de los animales domésticos.

3 comentarios en “Mi argumento contra la Tauromaquia”

  1. Excelente artículo, el toreo es cosa de sádicos con poder, que tienen dinero para comprar la conciencia de los jueces por que su ambición permiten la tortura de un animal para el placer de unos sádicos borrachos que necesitan causar dolor y sufrimiento para ellos sentirse felices, Que enfermedad tan berraca es el sadismo.

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